2.010, odisea dos
Se ha escrito que Peter Hyams, uno de los directores contemporáneos verdaderamente entusiasmado por la ciencia-ficción ("Capricornio Uno", "Atmósfera Cero"), lo pasó peor cuando leyó el guión que había escrito para 2010 que mientras lo escribió. Sobre todo porque una vez terminado le quedaba lo peor: enseñárselo a Kubrick y también, antes o después, a Arthur C. Clarke.
Llegó el momento y Kubrick le dio la bendición, o así, a Hyams, con lo que este se quitó un buen peso de encima. Y cuando se lo dio a leer a Clarke, autor de la novela original (quien se embolsó una nada desdeñable cantidad para su jubilación al vender los derechos de ésta), el novelista científico le dijo que sí, que había mantenido el espíritu de su obra y había añadido buenas cosas de su cosecha.
Los fundamentalistas de la ciencia-ficción, especialmente los que siguen al pie de la letra el refrán ("nunca segundas partes fueron buenas"), obraron el prodigio de atacar el trabajo de Peter Hyams incluso antes de que se hubiera estrenado "2010, odisea dos", en un impresionante alarde de clarividencia que ni el mismísimo HAL 9000 habría podido lograr.
"2010..." no merecía esta actitud prejuiciosa. En tanto que secuela, específicamente secuela que se dedica con mayor o menor suerte a explicar las zonas de sombra de "2001, una odisea del espacio", sufre de todas las limitaciones de un producto de su naturaleza: la sombra del original, especialmente alargada, se proyecta con fiereza sobre la continuación, por más defendible que esta sea, que por lo demás este es el caso.
"2010" recrea qué habría sucedido años después con la nave Discovery, cuando una expedición USA-URSS es enviada a Júpiter para investigar el asunto y tratar de indagar en los circuitos de HAL 9000 (en la película aparece SAL 9000, hermana silícica del anterior, ¡con voz de Candice Bergen!) una respuesta a ese y más misterios.
En fin, es una buena película para pasar el rato, que seguramente ahora, años después de su estreno, cuando el mundo gira de otra manera e incluso la Unión Soviética es sólo un recuerdo, gana por su tono naïf y algunas de sus desfasadas curiosidades científicas. Un divertimento en toda regla al que conviene no sacar más punta.
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